El paciente había sufrido una parada cardiorrespiratoria en
la calle, justo al lado de una comisaría. Los policías iniciaron una RCP básica
durante unos 15 minutos, y posteriormente el equipo del SUMMA continuó con un
SVA, durante otros 15 minutos. Trascurrido el tiempo citado, el paciente salió
de la PCR. A
su llegada, se encontraba con intubación endotraqueal, ventilación mecánica,
monitorizado, y con varias perfusiones intravenosas.
El paciente ya llegaba reanimado a la urgencia, pero las
posibilidades de una nueva PCR eran elevadas, por lo que fue trasladado a la Unidad de Cuidados
Intensivos lo antes posible para una monitorización y tratamiento más
exhaustivos. Lo que más llamó mi atención fue que realmente ese paciente había
estado media hora sin vida, es decir, que si no llega a ser por la casualidad
de que se había parado al lado de una comisaría, posiblemente ese habría sido
el día de su muerte. Y el ver en el box a un paciente al cual le han devuelto a
la vida, te hace plantearte muchas cosas una vez más, acerca del privilegio de
esta profesión.
Somos capaces de devolver vida, aunque muchas veces no una
buena vida. Posiblemente este paciente, por el largo periodo de tiempo que ha
estado en parada y debido a que presenta EPOC de base, tiene casi 80 años y
lleva una prótesis de válvula mitral, es probable que los daños hayan sido irreversibles,
y en caso de no ser así es posible que a lo largo de estos días sufra nuevas PCRs,
hasta que una sea letal. Aunque, mi poca experiencia, me impide realizar un
juicio correcto a cerca de las posibilidades que tiene este paciente de
recuperar una buena calidad de vida.
De una manera u otra, a no ser por la coincidencia de haber
estado al lado de una comisaría, y de la asistencia que recibió de los policías
y del posterior equipo sanitario, el paciente estaría MUERTO. Suerte, coincidencia, o quizás aquel no era
su día.
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